jueves, 16 de mayo de 2013

COCINA Y GENES.


No yo si la cocina se lleva o no en los genes; pero en mi caso, debe ser que sí.

Mi abuelo Manolo fue cocinero. Y cocinero de barco, que es una categoría "especial", sin duda. Cocinar en un barco, sin posibilidad de reemplazar los ingredientes hasta tocar puerto, debe de desarrollar extremadamente la inventiva culinaria. Por un lado, para sustituir con éxito unos alimentos de los que no se dispone en la despensa, por otros equivalentes, y mantener la dignidad de la receta. Y también, para dar de comer al personal los mismos ingredientes básicos, una y otra vez, cuando la travesía se alarga y no hay más alimentos que los que se están pescando en esa ruta.

Dos ejemplos de ello, que vienen al caso. Me cuenta mi madre que en Guerra (que es como la generación de mi madre llama a la Guerra Civil Española), su padre les dio de comer durante toda una semana lo único que tenían en casa: tortuga marina. Y estoy convencido de que no tuvo que ser fácil ir sacando menús y menús diferentes con solo este ingrediente básico.

Y el otro ejemplo, sin ánimo de reivindicar nada, es lo que también me cuenta de mi abuelo, que ya hacía paellas con fideos, en vez de arroz, en los barcos en los que trabajaba, cuando se les acababa el arroz en alta mar. Y esto, mucho antes de que alguien "inventara" la famosa fideuá...

En cualquier caso, siempre he estado convencido de que en alguna parte del ADN se almacenan los condicionantes para que te guste cocinar, o para ser capaz de pasarte toda una mañana condimentando alimentos que una vez en la mesa van a durar un abrir y cerrar de ojos. Y esta es la mejor herencia que he recibido, y recibiré, de mi familia materna.

Así que, por ello, quiero dedicar este Blog a mi madre, que me ha transmitido siempre el amor por la cocina, y sobre todo, el aprecio por la buena materia prima.

® Luis José López Blasco - CONVIDA'M.   

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